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Formato físico vs formato digital y su importancia en la preservación de los medios

Estamos seguros de que a estas alturas de la vida todos habrán escuchado hablar del debate que gira en torno al formato físico versus el formato digital. Con eso en mente, más allá que un tema de conveniencia, esta discusión tiene su verdadera importancia en la preservación de medios (ya sean películas, series, videojuegos, libros o música) y en lo que respecta a los derechos de propiedad de los consumidores; y por estas razones no podemos abstenernos de dar nuestra opinión al respecto.

El auge de los servicios de streaming y tiendas digitales ha hecho que una generación entera crezca sin haber tocado en su vida un disco o cartucho, y más allá de la nostalgia o el apego a la tecnología del pasado, creemos que hay buenas razones para abogar por la preservación de algunos de estos medios en formato físico, pues el panorama totalmente digital no es tan utópico como lo pintan las corporaciones que son dueñas de estos medios y plataformas.

Entrando en materia, los beneficios que nos brindan las grandes plataformas de streaming como Netflix, Amazon Prime, Spotify y Apple Music son innegables, tener cualquier película o canción al alcance de las manos en cuestión de segundos es algo sumamente conveniente, y ni se diga poder descargar y jugar un videojuego el mismo día que se pone a la venta. Sin embargo, hay un pequeño gran detalle que a la gente se le olvida tener en cuenta, y es que no somos dueños del contenido digital por el que pagamos, o al menos es así en la mayoría de los casos.

No somos dueños de los medios digitales

Cada cierto tiempo, una empresa de la escala de Disney o Amazon aparecerá en las noticias por recordarle a la gente que no son dueños de sus medios digitales, pero aun así hay personas que les sorprende este hecho.

En un claro recordatorio de lo voluble que puede ser la propiedad digital, hace un mes desde la publicación de esta entrada, PlayStation anunció que eliminará de sus servidores cientos de programas de Discovery (Si, la misma compañía de Discovery Channel) debido a acuerdos de licencia. Recordemos que, si bien Sony dejó de vender y alquilar programas de televisión y películas a través de PlayStation Store en agosto de 2021, los usuarios que compraron contenido anteriormente seguían teniendo acceso a sus bibliotecas de videos.

Pero para sorpresa de muchos, Sony anunció que este dejaría ser el caso a partir del 31 de diciembre de 2023. Lo que efectivamente privó a varios usuarios de contenido por el cual pagaron con su dinero bien ganado. Lo peor de todo es que Sony PlayStation en ningún momento ofreció reembolsos ni la cortesía de poder descargar el contenido por otras vías.

Streaming de contenido

En este sentido, 2024 acaba de comenzar y ya tenemos un ejemplo fresco de este tópico, pero no es de ni de lejos el caso más polémico en la memoria reciente, pues recordemos que en marzo de 2023 el Internet se indignó cuando Nintendo cerró la eShop para la Wii U y Nintendo 3DS, lo que imposibilita la compra de cientos de juegos clásicos de Nintendo (a emular se ha dicho).

Con esos ejemplos creemos que ya se entiende bien nuestro punto, y podemos proceder a dar una explicación de por qué esto sigue sucediendo una y otra vez.

Una licencia no es lo mismo que ser dueño de algo

La respuesta es simple: el contenido digital por el que pagamos no nos pertenece, pues todo lo que se nos otorga es una licencia que nos permite acceder al contenido en cuestión. Una vez que esa licencia caduca, también lo hace nuestra compra, y para colmo esa licencia solo es válida siempre y cuando las respectivas empresas estén autorizadas para venderla.

En pocas palabras, en el modelo digital solo estamos alquilando el contenido, no comprándolo.

Esta es la realidad de la que muchas personas no están conscientes actualmente, y si bien es entendible que sea el caso con plataformas de streaming masivas que nos ofrecen un sinfín de contenidos, no suena para nada bien saber que también es el caso cuando pagamos por una película, juego, serie o álbum de música en específico.

De igual manera, es habitual que plataformas de streaming remuevan contenido periódicamente, como por ejemplo Netflix, dónde ocurre todos los meses debido a motivos de licencia. Esta es la segunda causa más probable de que no puedas encontrar shows/películas que deberían estar ahí. Por si fuera poco, este principio aplica también a las descargas digitales, no solo al contenido que vemos en directo, aunque hay excepciones.

El caso es que casi todas las compañías operan bajo estas reglas, y no es como estén engañando al público, pues de hecho lo dejan bien claro en los términos y condiciones que casi nadie se molesta en leer. Por ejemplo, Steam de Valve estipula en su acuerdo de suscriptor que “Los contenidos y servicios se otorgan mediante una licencia y no son objeto de venta”. Mientras tanto, Apple explica en sus términos de uso que “Las Apps ofrecidas a través de la App Store son cedidas bajo licencia y no vendidas a favor de usted.”

El formato físico si implica propiedad

Estamos plenamente conscientes de que el formato físico tiene muchas desventajas, empezando por el hecho de que ocupa espacio y de que es susceptible al deterioro, eso por no mencionar que usualmente es más costoso y a veces requiere de hardware dedicado (un reproductor de Blu-Ray o DVD).

Naturalmente, estas y otras razones más han contribuido a su caída en desuso, pero caso contrario al formato digital, con los formatos físicos si hay una garantía de que el usuario sea en efecto el propietario de ese disco Blu-Ray, CD de música, libro en papel o videojuego, y es aquí donde yace su mayor fortaleza, pues ninguna compañía tiene la potestad de requisar ese contenido en físico o hacerlo desaparecer.

Tener una copia física con la cual podemos hacer casi cualquier cosa que queramos ciertamente tiene sus beneficios, como por ejemplo el valor sentimental o de coleccionista que se puede sentir hacia ciertas obras. En mi repisa tengo orgullosamente la trilogía completa del Señor de los Anillos en su edición extendida, y cada vez que la observo recuerdo todo lo que adoro de la fantasía épica de Tolkien. De igual manera, poseo copias de Metal Gear Solid 1, 2, 3 y 4; con mirar sus caratulas se me vienen a la mente muchos buenos recuerdos de mi niñez. Estamos seguros de que usted nuestro querido lector también tiene alguna anécdota así, tal vez algún libro o CD de música del cual no pueden desprenderse.

Con todo eso dicho, los medios físicos sirven a un propósito mayor que el sentimental y el sentido de propiedad, pues juegan un papel vital en la preservación histórica de obras de arte y entretenimiento.

¿Están los diferentes medios en peligro desaparecer?

El arte siempre ha desaparecido a través de los tiempos, pero ¿debería ser así en nuestra era tecnológica? Pues lamentablemente todavía sigue siendo el caso, aunque obviamente en menor medida. Ya dejamos bien claro que cada mes aparecen noticias sobre películas y programas originales que se retiran de sus respectivos servicios. Esta práctica no es realmente exclusiva del streaming, pero es única en el hecho de que estas plataformas generalmente no ofrecen copias físicas de sus originales.

Un caso más dramático de lo anterior es lo que ocurre con los videojuegos clásicos, pues un estudio publicado en julio de 2023 por la Video Game History Foundation en conjunto con Preservation Network, concluyó que el 87% de los videojuegos clásicos lanzados en Estados Unidos están “en peligro” de desaparecer. El estudio encontró que, en una muestra de juegos lanzados antes de 2010, solo una pequeña fracción de ellos (13.27%) todavía están en circulación desde sus relanzamientos.

Gráfico vía Video Game History Foundation

En lo personal conozco muchos videojuegos de la época de PlayStation 2 que han alcanzado la posición de clásico de culto, pero que actualmente no pueden ser comprados en ninguna tienda digital ni por medios oficiales, y si no fuera por la supervivencia de copias físicas, no habría manera de jugarlos hoy en día ni nadie que los recuerde.

Sea como sea, hay muchos casos de juegos/películas que solo se han podido preservar en el tiempo porque un tercero realizó copias y las compartió por Internet (lo que no es ideal), y estamos conscientes de que esto abre un debate totalmente distinto sobre piratería y derechos de autor, el cual no es nuestro objetivo abordar, solo estamos diciendo que muy a menudo las empresas responsables no se dan a la tarea de preservar el contenido que producen.

El formato digital ha dejado un impacto negativo en la industria

No ponemos en duda que los servicios de streaming y las tiendas digitales son el presente y el futuro de la distribución del entretenimiento, yo también hago uso de todos los servicios que he criticado con anterioridad, pero tengo claro que ese contenido no me pertenece y que en cualquier momento se puede escabullir de mis manos.

Asimismo, a veces ese contenido puede ser alterado o censurado sin previo aviso, dejándonos con una versión inferior o distinta a la original. Un caso que se me viene a la mente es el de GTA IV, que en su edición digital fue actualizado para remover muchas estaciones de radio con música licenciada cuyo acuerdo expiró hace mucho.

También tenemos que notar el daño que ha hecho el streaming a la industria y la cultura popular, pues se ha condicionado a la audiencia para restarle importancia al séptimo arte, viendo a las películas y shows como simple “contenido” y para creer que intercambiar la propiedad y la preservación del arte por la ilusión de conveniencia era una buena idea.

Una de las peores cosas del streaming y el formato digital son las prácticas detrás de la industria. Las recientes huelgas de actores y escritores expusieron que el streaming se normalizó apresuradamente, en parte para que los estudios pudieran evitar pagar regalías a los cineastas, talentos, equipo y otros a través de las ventas de videos domésticos, no porque realmente creyeran que fuera una inversión que vale la pena.

Del lado de los videojuegos también hay desventajas, pues la mayoría de los juegos digitales se despachan con DRM (no si los adquirimos en GoG.com, cabe acotar), y estos mecanismos lejos de proteger a los títulos de la piratería, solo terminan perjudicando al consumidor y limitando lo que puede hacer con sus juegos digitales.

El formato físico es importante para la preservación histórica

Es importante que siga existiendo la opción de comprar las películas, juegos, series, música y libros que más nos importan en formato físico, pues a diferencia del contenido digital, las copias físicas no están sujetas a tener una conexión a Internet, a la disponibilidad regional, el estado de los servidores (en el caso de los videojuegos) ni tampoco a licencias que eventualmente expiran.

Por si fuera poco, las versiones físicas tienen otras ventajas sobre las copias digitales que incluso los no coleccionistas pueden apreciar. Por ejemplo, en el caso de las películas en Blu-Ray podemos obtener una mejor calidad de imagen de la que nos ofrecen los sitios de streaming incluso a la máxima resolución, pues el archivo no está sometido a los mismos niveles de compresión que cuando se transmite por Internet.

Curiosamente, también subestimamos la durabilidad de los medios físicos, pues los discos Blu-ray, por ejemplo, pueden durar hasta 100 años si se almacenan adecuadamente. En comparación, los formatos digitales pueden corromperse o el medio dónde están almacenados (SSD/HDD) puede descomponerse en cuestión de una década.

En conclusión, creemos que es necesario seguir abogando por el formato físico, hacerle saber a las compañías que hay demanda de copias físicas de sus películas, juegos, series y demás. Asimismo, consideramos que ambos formatos pueden coexistir en el mercado, ninguno tiene por qué reemplazar al otro cuando se pueden complementar mutuamente.

Dicho todo eso, no creemos que el formato físico esté muerto como algunos aseguran, pues siempre hay un nicho en el mercado para todo, pero es improbable que alcance su vieja gloria, eso sí. Aun así, siempre habrá público interesado en coleccionar y más aún cuando la alternativa no para de dar buenos motivos para apostar por la propiedad de los medios.

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